jueves, 26 de marzo de 2009

La foto del abuelo


D
ate prisa, Elenita -sé qe él te llama Elenita-, porqe mañana o pasado ya no estará ahí. Ahora lo miras & te da pena, & a veces te cabrea, o te es indiferente, o qé sé yo. Cada cual es cada cual. Hay días en los qe estás harta de ese viejo coñazo qe se queda dormido & ronca durante el videoclip de Madonna, o se lo hace fuera de la taza porqe le tiembla el pulso, o fuma a escondidas cigarrillos qe roba del paquete qe tienes en un cajón de tu cuarto. A lo mejor te preguntas por qé sigue en casa & no lo han llevado a una residencia, donde los ancianitos, dicen, están estupendamente. & la verdad es qe a veces se pone pesado, o no se entera, o se le va la olla como si estuviera en otro siglo & en otro mundo. & a ti te parece un zombi. Sí. Eso es lo que parece tu abuelo.

[...]

Ese viejo estorbo qe tienes sentado en el salón está ahí porqe sobrevivió a una terrible epidemia de gripe qe asoló España cuando él nacía. Creció oyendo los nombres de Joselito & de Belmonte, & lo sobrecogieron las palabras Annual & Monte Arruit. Después, con diecipocos años, formaba parte de la dotación del destructor Lepanto cuando el Gobierno de la República mandó ese barco a combatir a las tropas rebeldes qe cruzaban el Estrecho. Vivió así los bombardeos de los Junkers de la legión Cóndor, estuvo en el hundimiento del crucero Baleares, & en la sublevación de Cartagena fue de los qe aqella mañana lograron incorporarse a sus buques esquivando a las patrullas sublevadas del cuartel de Artillería. Luego, con la derrota, se refugió en Túnez, donde fue internado. De allí pasó a Francia justo a tiempo para darse de boca con la Segunda Guerra Mundial, cuando miles de exiliados españoles no tenían otro camino qe dejarse exterminar o pelear por su pellejo. Él fue de los qe pelearon. Apresado por los alemanes, enviado a un campo de exterminio en Austria, se fugó, regresó a Francia & -de perdidos, al río- pudo enrolarse en el maqis. Mató alemanes & enterró a camaradas españoles muy lejos de la tierra en qe habían nacido. Liberó ciudades qe le eran ajenas con banderas qe no eran la suya. Cruzó el Rhin bajo el fuego, & en las montañas del Tirol, en el Nido del Águila de Adolfo Hitler, se calzó una botella de vino blanco en memoria de todos los qe se fueron quedando en el camino. Luego trabajó para ganarse el pan, & al cabo de veinte años de exilio regresó a España. Hubo mujeres qe lo amaron, hombres qe le confiaron la vida, amigos qe apreciaron su amistad. Tuvo momentos de gloria & de fracaso, como todos. Humillaciones & victorias. Se equivocó & acertó miles de veces. Tuvo hijos & nietos. Fue como somos todos: ni completamente bueno ni completamente malo. Ahora, cuando ve a una pareja qe se besa en la puerta de un bar, o un hombre joven qe camina dispuesto a comerse el mundo, piensa: yo también fui así. & a veces, cuando te escucha, o te observa empezar a moverte por la vida, se dice qe hay cosas qe él sabe & tú no, & daría lo qe fuera por poder enseñártelas & que te sirvieran de algo, & evitarte aunqe fuera una mínima parte del dolor, del error, de la soledad, de los muchos finales inevitables qe tarde o temprano, en mayor o menor medida, a todos nos aguardan agazapados en el camino. A veces, cuando va clandestinamente, de puntillas, en busca del tabaco qe los médicos & tus padres le niegan, se qeda un rato registrándote los cajones. No por curiosidad entrometida, sino porqe allí, tocando tus cosas, te comprende & te reconoce. Se reconoce a sí mismo. & se recuerda. Hay una foto qe te dio hace tiempo & qe tú relegaste al fondo de un cajón, & qe tal vez le gustaría encontrar en un marco, en algún lugar visible de ese cuarto: él en blanco & negro, con veinticinco años -era guapo tu abuelo entonces-, un fusil al hombro & uniforme militar, junto a un camión oruga norteamericano, en un bosque qe estaba lleno de minas & en el qe peleó durante tresdías & cinco noches.

Ese es el viejo inútil qe se qeda dormido frente al televisor en el salón de tu casa. O a lo mejor no es exactamente él, sino otro cualquiera; & aunqe su historia sea distinta, en realidad se trata de la misma historia, qe también es & será la tuya.

qién sabe, Elenita. qién sabe.


Arturo Pérez Reverte

lunes, 23 de marzo de 2009

aqí te pillo, aqí te mato


Hacía mucho tiempo que no conseguía empalmar a nadie de qien estuviera enamorada. Mucho tiempo qe no había abrazado a nadie, ni nadie me había abrazado. Era una romántica incurable atrapada en el cuerpo de una calentorra desatada. Echaba de menos un poco de intimidad. qería pasión, compañerismo & conversaciones profundas; montones de cumplidos a menudo, sin poses ni dudas. qería abrazos en las aceras, ir cogida de la mano, qe me acariciaran el pelo & me hicieran el amor durante ocho horas seguidas & me llamaran por teléfono docenas de ves & me dijeran todas las cursiladas propias de las películas de John Hughes o de Cameron Crowe.

Pero no sabía como conseguirlo.

Amy Sohn